CATALINA LEON
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M:
No voy a poder hacer que el nido sea transportable. Pensé algunas formas de realizarlo, pero no me resultaba grato (aunque de todos modos hacer una obra no tiene por qué ser siempre grato). La cuestión es que no podía dejar de preguntarme “¿no es el pájaro el que vuela, y no su nido?”.

Y sí, así es. El pájaro vuela, el nido lo aguarda a su retorno.

El tema es que hacerlo transportable implica prácticamente hacer un aparente nido de hornero y yo lo que quiero hacer es un nido de hornero, para humanos pero verdadero.

Por otra parte, no pude evitar preguntarme

¿por qué tendría que viajar la obra? Claro, ahora todo viaja. Pero ¿debería yo adaptar esta obra a una situación que le es casi por completo ajena? Sí, ya lo sé: hoy las obras viajan, se venden, se muestran aquí y allá. ¿Pero no son acaso éstos factores secundarios?

No es que tu sugerencia me resulte descabellada, pero ciertamente modificaría la naturaleza de esta obra.

Naturaleza de la obra. ¿Qué cosa o parte de una obra es su naturaleza?

La obra aparece después de mucho buscar o cuando ya no buscamos más, o cae así de repente como fruta de un árbol. La obra es vista como se ve la primera gota que anuncia la lluvia.

Puede pasar alguna vez confundir el agua que cae de algún balcón con el agua que cae del cielo, son esas cosas de vivir en la ciudad. Pero la lluvia es la lluvia y el agua de balcón no sabe igual.

Ayer, después de la tormenta, Tomás me dijo: “en estos días después de que cae la lluvia todo se ve más definido, cada hoja es la que es. Cada cosa tiene su importancia”. Y cierto que así es.

Eso que es visto puede ir modificándose, puede tomar otra forma, incluso pueden ser agentes totalmente ajenos a la obra las que la hagan tomar otro rumbo…

Lo importante es que en ese ir transformándose, la obra no pierda la temperatura, su temperatura. Una temperatura que tienen todas las cosas de este mundo cuando son verdaderas, cuando están hechas con amor, cuando son lo que tienen que ser.

Cuando la obra tiene esa temperatura, misteriosamente comienza a respirar. ¡Sí! La obra respira, como todas las cosas que cuando están vivas respiran.

Estoy segura de que vas a entenderlo. El nido no puede ser de otra cosa que no sea barro macizo, pesado. Además es importante hacer el trabajo paso a paso, tal como lo haría el hornero.

Entonces el nido es de adobe, no es transportable. Y, tal vez, la única forma de moverlo sea rompiéndolo.

El nido no viaja, pero puede hacerse una y otra vez en cualquier parte del mundo.

Cada temporada de lluvia el hornero fabrica un nido. Una vez que sus pichones crecen, lo abandona y construye un nido nuevo para dar cobijo a las futuras crías.

El nido viejo es habitado por otras aves: gorriones, ratoneras, cotorras.

A veces el hornero deja el nido a medio hacer; eso sucede cuando se da cuenta de que lo orientó mal. Entonces, no importa cuánto haya trabajado, lo deja, lo abandona así sin más.

Hay un dicho que dice: “en casa con nido de hornero no caen rayos”. Parece ser que es de buen augurio que el hornero haga su nido en el techo de una casa o por ahí cerca, porque es señal de que la tierra dará abundantes frutos.

Entonces, ¿cómo podría yo hacer de un nido así, una mera imitación?