No son palabras, son sonidos y temperaturas.
Fragmentos de una entrevista a Catalina León.
1. El espacio.
“Yo crecí en casas -varias, me mudé trece veces durante mi infancia- donde el espacio
era habitado de una manera lúdica y extravagante, donde la funcionalidad quedaba
siempre en segundo plano, donde dibujar en las paredes estaba permitido. Parecían
escenarios de un sueño. Mi madre tiene un don singular para la belleza y mi padre
habita también el espacio de manera insólitas aunque sin la más mínima preocupación
estética. Veo a veces cómo estas dos influencias se promedian en mi trabajo. Ese
modo de habitar el espacio tiene entonces algo de herencia familiar –lo mismo que la
manualidad- y eso hace que lo haga con mucha naturalidad, así como un artesano
reproduce la tradición de sus padres y abuelos.”
“Al armar una instalación no produzco para que la obra sea solamente vista sino
abarcada, trato de disponer el espacio y las obras de manera que algo de ese impulso
con el que fueron realizadas pueda ser percibido por quien se encuentra con ellas y
pueda utilizarlas como interlocutoras. Habito el espacio y hago las obras de manera
que me movilicen a actuar en la vida.”
2. Las imágenes
“Trato de entender a través de mi hacer no sólo quién soy sino de qué se trata ser una
persona en este mundo. Para eso intento llevar mi relato personal hacia un más lugar
abstracto donde la narración se derrite, ampliándose para dejar ver con más claridad.
Creo que eso a su vez posibilita que otras historias puedan eventualmente proyectarse
sobre esas imágenes.”
“Soy afín a la teoría de que fue la magia lo que motivó las primeras pinturas en las
cavernas.
Proyecto sobre el material aquello que anhelo. Entiendo la representación como el
medio por el cual recordar y concretar la vida palpitante.”
3. El azar
“Trabajo moviéndome sin saber a dónde voy. No tengo un plan claro o una imagen de
llegada; sí tengo temas, climas, preguntas que flotan, imágenes que me producen
deseo y las represento, escucho canciones que me hacen mover y eso deviene en
gestos, en una acumulación de pruebas y de errores que van dando forma a la obra.”
“Pasé horas quieta al lado de las telas de esta exposición, a veces sentada sobre ellas
sin poder hacer mucho más que simplemente estar. Y luego me tomó por sorpresa la
abstracción y el hecho de que la obra no me dejara avanzar más que hasta cierto
punto, regulando la fuerza y el impulso en un nuevo temple.”
“Hay en mi hacer voces que me acompañan y un proceso de sinestesia. Antes sentía
más los sabores y ahora escucho el sonido de lo que veo: no son palabras, son
sonidos. ¿Quién me habla? Probablemente sea el inconsciente y yo le respondo y él
vuelve a hablarme y así seguimos hasta llegar a un silencio plácido.”
4. Los materiales.
“Elijo trabajar con placas de yeso, telas gastadas, cartones por una atracción visual,
táctil, física y emocional. El peso del material también tiene importancia para mí.”
“El material habla. Me siento atraída por los materiales que de alguna manera han
sufrido el paso del tiempo, del agua, del sol, del descuido. Y cuando el material está
nuevo -una tela, un madera-, lo dejo afuera, lo uso de mesa, de mantel, lo llevo de
viaje. Esto lo castiga un poco pero también lo despierta. Dejo que el material se
relacione primero con mi entorno, que el azar deje sus huellas en él. Y cuando me
pongo a trabajar, el material mismo ya tiene algo para contarme.”
5. Lo que palpita
“Hay imágenes que quedan escondidas. Me gusta pensar que no es sólo el ojo el que
capta la pintura, también es lo táctil, el cuerpo y la atmósfera, hay una energía que
emana la obra más allá del lugar desde el que se ve. Creo que eso pone el acento en
el acto mismo de pintar, en el hecho de pintar por pintar, más que en el de producir
algo para ser mostrado, eso es lo que viene después, pero no es lo que motiva la
producción artística. La obra emana la energía de la fuente que la provoca… así como
lo visible puede evocar lo invisible, también lo que se oculta puede revelar.”
6. El lugar
“Hay un lugar que anhelo, es un lugar con mar y luz ámbar y es de otro tiempo.
Encontré fragmentos de este lugar en Guatemala, Bolivia, España, Italia, México,
Costa Rica y Perú, un país en el que aún no estuve pero que llevo en mí gracias a los
años de convivencia con migrantes peruanos. También hay bastante de ese lugar en
Buenos Aires y en el norte de Argentina. Pero en ninguno está completo. Datos de
esos lugares, de la sensación que me provocan, aparecen en la obra. Pero diría que lo
que está allí es más bien un lugar interior, un estado. Y una temperatura: 27 grados al
caer el sol en una tarde de verano de San Juan.”